Existen personas a las que les resulta difícil disfrutar y sentir placer en la vida. Es más, parecen sentirse atraídas por el dolor. Podría decirse que tienen adicción al sufrimiento, aunque esto es un tema amplio y complejo. En general, conciben la vida, las relaciones de pareja, con los hijos, con el trabajo o con el entorno como un camino necesariamente tortuoso y lleno de sufrimiento. El concepto de felicidad y del placer se encuentra en el dolor y en la resignación.
Aunque están todas ellas interconectadas, existen diversas razones que explican el placer de sufrir, que resumimos a continuación.
En la vida, ante todo, siempre hay que pensar primero en los demás
Esta forma de ver la vida está muy extendida. Significa que pensar en uno mismo, en el propio bienestar y felicidad, es egoísta. Supone supeditar los propios intereses, preferencias o deseos a los otros. Cualquier atisbo de darse ante todo a uno mismo placer o satisfacción es inconcebible. Estas personas suelen sentirse felices en la medida en que sienten que complacen los deseos de otros antes que los suyos propios.
Existen muchas razones que justifican este tipo de comportamiento, como las religiosas, culturales o familiares que fomentan como forma de amor la entrega casi absoluta. No hay que olvidar que nuestra religión en cierta medida elogia el sacrificio y el sufrimiento como forma de vida. Pero en muchas ocasiones también observamos una deficiente autoestima que, desde una posición de inferioridad, lleva a considerar menos importante lo propio, lo que uno piensa, frente al resto. La valoración, el placer, la satisfacción, se obtiene en la entrega, en el sacrificio. Estas personas no solo no saben negarse a las peticiones ajenas, sino que se ofrecen a hacer favores que frecuentemente nadie les pide.
El sufrimiento masoquista como forma de poder
Al igual que la agresión es una forma de poder sobre otros, el sufrimiento tiene el mismo sentido expresado de forma inversa. Cuanto más se es capaz de soportar el sufrimiento, el dolor, mayor sensación de fortaleza personal, de poder, de satisfacción. Es una forma de fortalecer una autoestima debilitada. Esto es aplicable tanto al dolor físico como moral. El dolor produce placer en la medida en que se es capaz de soportarlo. Es una forma de autovaloración y recompensa. En el ámbito sexual, los juegos y fantasías con la sensación de poder, de sumisión y de dolor controlado llegan a producir auténtico placer. Sabemos, desde la neurobiología, que en el sexo los mecanismos biológicos del placer y del dolor se entrelazan.
El masoquismo del dolor compartido
El deseo de intimidad es básico entre los seres humanos. Ahora bien, la intimidad puede adquirir diversas formas o aspectos. En cada relación, la intimidad puede buscarse de muy diferentes formas. Y es aquí en donde encontramos una forma patológica de intimidad, el masoquismo del dolor compartido como forma de alcanzar un sentimiento de unión con la otra persona, con su estado de ánimo, para sentir que se está con ese otro que sufre, como forma de llegar a su encuentro, de alcanzar intimidad. Como indicó el psicoanalista Hugo Bleichmar, ‘si ésta ha sido la forma básica de intimidad que se vivió en la relación con los padres o con los hermanos entonces, para recuperar de nuevo la vivencia del encuentro, se recreará el sufrimiento que fue el aire que se respiraba en común’.
Es decir, bajo esta perspectiva mediante el mimetismo se fuerza, sentimientos, pensamientos y actitudes hasta hacerlos equivalente a los del otro para conseguir el sentimiento de intimidad, aunque sea sufriendo.
La autodenigración como forma de ser querido
Complacer a otros antes que a nosotros mismos, supeditarse, ya hemos visto que es un recurso inconsciente para lograr ser visto o considerado por los demás. Sin embargo, existen personas que van más allá, se autodenigran voluntariamente, adoptan permanentemente el papel de inútiles o fracasados frente a otros como forma de obtener una atención que les ha faltado en la vida. Buscan engrandecer al otro, inflar su narcisismo, con la esperanza de ser vistos y queridos. Es algo así como si ‘yo te hago sentir que eres grande, poderoso, a cambio me tienes en cuenta en tu vida’. Esta tipo de relaciones no pueden sostenerse sin un otro con un narcisismo grandioso. Es decir, se trata de un juego en el que tienen que participar los dos. Es una relación sadomasoquista en donde uno se siente grande y el otro se somete. Sin embargo, el uno no puede vivir sin el otro. Ambos se necesitan en este juego de sometimiento y poder.
Culpa y masoquismo moral
El masoquismo moral como concepto explicativo de la búsqueda del placer y satisfacción mediante el dolor, proviene de Freud. Para él el “masoquismo moral” consiste en la búsqueda del dolor o del sufrimiento como forma de redimir un sentimiento de culpa, una mala conciencia, la sensación de haber algo malo o de haber pecado. Dichos sentimientos de culpa se compensarían inconscientemente mediante el autocastigo y el sufrimiento, lo que los convierte en fuente de placer o goce masoquista.
Así, personalidades que tienen una estructura psíquica con una conciencia moral muy rígida, autoexigente e inflexible, es fácil que desarrollen constantemente sentimientos de culpa y de mala conciencia, de la misma forma que quien ha cometido un acto socialmente reprobable que no logra perdonarse. Los sentimientos de culpa, en estos casos, pueden ser tan intensos que, inconscientemente, se desarrollan comportamientos de ‘expiación’ y de sufrimiento destinados a calmar dicha culpa. Dichos actos producen satisfacción y placer en la medida en que devuelven una tranquilidad de conciencia.
José de Sola
DE SALUD PSICÓLOGOS / Psicólogos en Madrid / Psicólogos en Málaga