Si hay algo que más nos caracteriza como seres humanos es el dolor y el sufrimiento psicológico. Vivir sin dolor y sin sufrir es una utopía, porque forma parte de la vida. Tiene sentido que nos sintamos impotentes ante el dolor y el sufrimiento; vivimos en una cultura que solo atiende al placer y al bienestar, que nos hace sentir enfermos si no experimentamos positividad y satisfacción constantes.
Sin embargo, queramos o no, el dolor es inevitable. Y éste es especialmente intenso con las pérdidas; de una pareja, de un trabajo, de un hijo, de un padre, de un amigo. La pérdida siempre supone la ruptura de la necesidad de un vínculo, afectivo o personal, dejando vacío, miedo o desesperación.
La pérdida puede ser física, en el caso de un fallecimiento, vincular, como en el abandono y en las rupturas o material como en las situaciones de despidos laborales o pérdidas materiales importantes. En todos los casos, a la pérdida sigue un duelo que debe resolverse adecuadamente para poder seguir adelante.
¿Es lo mismo dolor que sufrimiento?
Aunque aparentemente parecen sinónimos realmente hay diferencias. El dolor es la respuesta emocional a un impacto vital como puede ser la pérdida por fallecimiento de alguien cercano, un abandono, un despido o una ruptura no deseada. El sufrimiento es el sentimiento resultante de la interpretación de ese dolor. Así, mientras el dolor es inevitable en la vida, el sufrimiento puede variar de una persona a otra. En general, sufrir es la lógica resistencia al dolor. Desde nuestra experiencia como psicólogos, en función de con qué fuerza nos resistamos, así sufriremos.
Sin embargo es lógico sufrir porque no es fácil aceptar para nadie el dolor. Así, si sentimos que no podremos vivir con este dolor, el sufrimiento será más intenso y duradero. Si intentamos poco a poco aceptarlo, sufriremos menos. Hay sufrimientos que pueden durar toda una vida, porque nunca se llega a aceptar la pérdida.
¿Qué hay detrás del sufrimiento de una pérdida?
Tras los vínculos que mantenemos, sea con personas (amigos, parejas, hijos, familiares) o con contextos o bienes materiales, existe una necesidad enmarcada dentro de un sistema motivacional que frecuentemente desconocemos o del que no somos demasiado conscientes. Todos tenemos motivaciones básicas que determinan nuestras necesidades vitales; dichas motivaciones no son iguales para todo el mundo, difieren entre las personas y han sido determinadas por su historia personal.
Así, quien ha crecido con enormes carencias materiales probablemente dirigirá su vida hacia trabajos y contextos financieros o económicos estables que le den seguridad, siendo este su motor motivacional básico. Igualmente, quien ha crecido con vínculos dependientes puede seguir necesitando esa dependencia en otras personas, siendo su motivación básica la necesidad de pertenencia. De la misma forma, quien no se ha sentido suficientemente reconocido, o incluso dañado en su imagen o competencia personal, es probable que desarrolle una gran necesidad narcisista de constante reconocimiento social y personal, aparentando éxito, fama y competencia frente a los demás. Un buen ejemplo lo tenemos todos los días en las fotos y ‘selfies’ en las redes sociales.
Como psicólogos, sabemos que todos tenemos necesidades específicas que se enmarcan dentro de sistemas motivacionales que difieren de una persona a otra. Esto explica porqué, ante la misma pérdida, el sufrimiento no es el mismo en todas las personas. Así, por ejemplo, la pérdida de un empleo, de una amistad o de una pareja puede dar lugar a un temor y sufrimiento inexplicables para quien, en su vida, predomina otro sistema motivacional. En los casos más extremos de pérdidas por muerte o abandono, aun siendo experiencias dolorosas para cualquiera, las diferencias en la capacidad de recuperación de las personas se relaciona con sus sistemas motivacionales básicos. Perder un trabajo, cuando la autoestima personal se basa en la competencia profesional, una pareja, cuando ésta cubre la necesidad de pertenencia, o una amistad, cuando la dependencia social y necesidad de cercanía es muy elevada, son experiencias capaces de destrozar y mantener el sufrimiento durante mucho tiempo.
Duelo y recuperación
La pérdida suele dejar un vacío. Dicho vacío, habitualmente expresado en nuestra consulta de psicólogos como ‘un agujero en el pecho’ es el resultado de que una necesidad vital importante para nosotros ha dejado de ser cubierta. De la misma forma, a lo largo de la vida, muchos pacientes sienten un vacío permanente. Esto implica que hay importantes necesidades naturales que no ha sido cubiertas en sus vidas.
Es decir, si bien el dolor ante la pérdida es inevitable, el sufrimiento, su intensidad y duración, dependerá de la necesidad que ha quedado afectada y de su peso e importancia dentro del sistema motivacional del paciente. Así, expresiones de dolor como ‘no voy a poder vivir así’ o ‘no creo que pueda con esto’, prolongarán el sufrimiento más de lo debido.
Afortunadamente, los seres humanos disponemos de recursos naturales para superar una pérdida. Y aquí es en donde entra el duelo. El duelo es el proceso psicológico de adaptación emocional tras una pérdida. Durante el duelo experimentamos mucho dolor y sufrimiento. Esta fase es necesaria para que nue