Fobias de impulsión

Las fobias de impulsión, o fobias de impulso, son un conjunto de pensamientos obsesivos, intrusivos, sobre los que no se tiene ningún control. Estos pensamientos se focalizan en el temor a un descontrol, a seguir el impulso de dañar a otros o a uno mismo. Lo más llamativo de estos pensamientos es que se centran en los seres más queridos, en lo más preciado por nosotros, o en uno mismo. Es decir, en todo aquello que se desea por encima de todo cuidar y conservar.

Parece un contrasentido que se pueda sentir el impulso de dañar o destruir lo que más se quiere en el mundo. Por eso causan tanto sufrimiento. Estos impulsos nada tienen que ver con la voluntad real ni con los deseos más profundos del paciente y nunca se llegan a realizar.

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¿Qué tipo de pensamientos caracterizan a las fobias de impulsión?

Las fobias de impulso, o fobias de impulsión, se focalizan en pensamientos que causan horror en el paciente. Es decir, afectan a lo más preciado de una persona en la vida, como los seres más queridos, las actividades más preciadas, lo que uno es y quiere, o la propia vida. El problema de dichos pensamientos es que son intrusivos, no hay control sobre ellos, y cuanto más se intenta apartarlos de la cabeza, vuelven con más intensidad, de ahí el sufrimiento. Son como agentes externos que invaden, atacan cuando y donde más duele.

En general podríamos hablar de tres grupos de pensamientos de impulsión:

  • Respecto a uno mismo, como el temor a ceder al impulso de tirarse por una ventana, estrellarse con el coche, a tirarse a la vía del tren cuando llega, a cometer actos  homosexuales (sin ser homosexual), a ceder al pensamiento de comer excrementos de calle, a actuar como un pedófilo (sin serlo) o a cometer actos pecaminosos, como por ejemplo escupir a una imagen en una iglesia (si se es muy religioso).
  • En relación a otros, como el temor al impulso de coger un cuchillo y matar a un ser muy querido, a la pareja, empujar a alguien por un precipicio o a tener deseos sexuales por los propios hijos, o matarlos.
  • Respecto del propio entorno, como el impulso de romper con una pareja a la que se adora, o mandar un correo dejando un trabajo muy apreciado y del que se depende.
¿Cuáles son los síntomas de las fobias de impulsión o de impulso?

Esta fobia puede manifestarse aisladamente o formar parte de otro trastorno, siendo el más habitual el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC). En algunas ocasiones se ha observado formando parte de un Trastorno Depresivo, de un Trastorno de Ansiedad Generalizada o en el Trastorno de Estrés Postraumático. Esencialmente, presenta los siguientes síntomas:

  • Presencia de pensamientos incontrolables, intrusivos de impulsos a acciones altamente desagradables y nunca deseadas.
  • En estos pensamientos el paciente se imagina vívidamente llevando a cabo una acción, un impulso concreto.
  • Dichos pensamientos nunca son aceptables, congruentes ni coherentes con la persona.
  • El paciente sabe perfectamente que no quiere realizar lo que vive, lo que produce un intenso miedo a la pérdida de control.
  • Son siempre pensamientos intrusivos violentos, muy vergonzosos o totalmente inaceptables, hacia uno mismo u otras personas.
  • Se llevan a cabo grandes esfuerzos por controlar, evitar y suprimirlos sin éxito. De hecho parece que cuanto más es el esfuerzo, con más fuerza se producen.

Un aspecto llamativo es que algunos de los pensamientos intrusivos tienen que ver con las tendencias en cuanto a lo más castigado socialmente en un momento dado, como, por ejemplo, miedo a ser un maltratador o un pedófilo.

¿Cuáles son las consecuencias de las fobias de impulsión?

Cuando observamos estos pensamientos de impulso, puede apreciarse que en todos los casos se trata de ‘actos imaginarios masoquistas’. Es decir, apuntan justo en la dirección contraria de lo que uno es, quiere o siente, y en donde más duele. Esto hace que el sufrimiento sea realmente espantoso y que produzca auténticos ataques de ansiedad e, incluso en algunos casos, ideación suicida con tal de poner fin a esa tortura. Con frecuencia, es tal su intensidad que los afectados, con el tiempo, suelen acabar dudando de si son reales, lo que añade un sufrimiento adicional.

Esto lleva inevitablemente a conductas de aislamiento y evitación de las situaciones, contextos o personas a las que se teme dañar, con sentimientos de culpa, vergüenza, tristeza, ansiedad  y depresión. A todo esto se añade la enorme soledad de este trastorno, en la medida en que no son pensamientos fáciles ni de compartir ni de entender por parte de los demás.

MIGUEL Y SU MIEDO A SER UN PEDÓFILO

Miguel, de 24 años de edad, acudió a nuestra consulta con un enorme temor y ansiedad, con pensamientos e imágenes intrusivas en los que se veía a sí mismo cometiendo actos pedófilos con niños y jóvenes menores de edad. Sus fuertes convicciones religiosas no ayudaban en nada, lo que era motivo para incrementar más dicha ansiedad. A todo esto se añade que como le gustaban mucho los niños, había decidido hacía tiempo colaborar con su parroquia en actividades y salidas con ellos como monitor.

Cada vez que estaba con un niño de su grupo, le asaltaban a la cabeza imágenes intrusivas de verse a sí mismo con él cometiendo actos obscenos que le aterrorizaban.  Progresivamente esto le hizo aislarse progresivamente de estas actividades hasta acabar abandonando su actividad como monitor. El problema no acabó ahí. Los pensamientos se extendieron después a otros momentos de su vida cotidiana. Cada vez que veía a un niño en la calle, le volvían a asaltar estas imágenes. En el momento en que acude a nuestra consulta está convencido de ser un pedófilo. Estaba aterrorizado

Tratamiento de las fobias de impulsión

El tratamiento de las fobias de impulso o de impulsión, en los casos más graves, suele necesitar una atención médica complementaria con medicación que, aunque no resuelve el problema, atenúa el sufrimiento y frecuencia de intrusión de estos pensamientos.

Desde un punto de vista psicológico, una psicoterapia individual es el tratamiento recomendado en la medida en que permite acceder a las emociones y vivencias que han producido las angustias persecutorias expresadas en los pensamientos intrusivos. Dichas vivencias suelen ser resultado de anteriores experiencias de sentimientos de insuficiencia, sensaciones de miedo, rechazo o abandono, expresadas habitualmente en una sensación de fragilidad y vulnerabilidad personal.

Adicionalmente, es muy adecuado la utilización simultánea de técnicas complementarias como la hipnosis clínica, el Brainspotting, la Integración del ciclo Vital (ICV) o el EMDR.

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