Existen multitud de errores comunes en la pareja que hacen difícil el entendimiento, poniendo en peligro su estabilidad. Esto sucede porque con frecuencia existen unos supuestos, errores o mitos que entorpecen la relación, dándoles el valor de ‘verdad inmutable’.
Veamos algunos de estos mitos y errores:
1. Si hay amor de verdad siempre se debe saber lo que quiere la pareja, sin necesidad de decirlo.
Es como una muestra de interés, como un malévolo test. Cuando hay amor no hacen falta las palabras. Si esto no ocurre, inmediatamente se considera que hay desinterés y de falta de amor, con los problemas que esta interpretación conlleva. Es importante y necesario dejar siempre claro lo que se quiere y se desea, lo que gusta y no gusta. Jugar a las adivinanzas es un peligro mortal en toda relación.
2. Los hijos son siempre lo primero, lo más importante en la pareja.
Los hijos son muy importantes y requieren de muchísima atención, principalmente cuando son pequeños. Pero nunca deben ser lo más importante, la esencia de la relación. Cuando esto ocurre y se mantiene en el tiempo, la pareja con los años se queda vacía, sin contenido, o uno de los cónyuges se marcha o acaba sintiéndose legítimamente abandonado.
3. Comentar a todo el mundo los pormenores de la relación.
Hablar de vida interna, pormenores o problemas íntimos de la relación con otras personas, principalmente si no se hace con la propia pareja, no sólo es una falta de respeto sino también de confianza. Los problemas e intimidad son de exclusiva propiedad de la pareja, y nadie, sin el mutuo acuerdo o consentimiento, tiene por qué estar al tanto.
4. Dar por sentada y segura la relación.
No hay nada seguro en esta vida, y menos una relación de pareja. Descuidar el interés en la la relación suele ser un error muy habitual, principalmente cuando han transcurrido años y la rutina hace sentir que la relación ya funciona sola y ya está ‘asentada’. En cualquier momento te puedes llevar una sorpresa.
5. Lo que pienso, siento o quiero es lo que debe pensar, sentir y querer mi pareja.
Este es un problema muy frecuente en las relaciones. Muchas personas no solo sienten, quieren o piensan algo, sino que creen que los demás tienen que sentir, pensar o querer lo mismo, y se muestran confundidas o se irritan cuando no es así. No saben distinguir entre su visión del mundo y la de los demás. Es un egocentrismo muy típico que suele dar muchos problemas. Cuesta trabajo aceptar que cada persona es un mundo diferente al resto, y que las relaciones se nutren de las diferencias, no de la conformidad y sumisión.
6. El trabajo es lo primero en la vida.
Cuando esto es realmente así, la pareja con el tiempo sobra. Es lo mismo que cuando se consideran a los hijos como lo más importante. En estos casos la relación deja de ser útil, pasa a ser un acompañamiento, a estar en un segundo plano, pudiendo verse seriamente afectada si una de las partes no comparte esta prioridad.
7. No tomar a la pareja en serio.
Es lo mismo que no apostar por ella, no prestarle la atención y cuidado que necesita. Esto lleva a descuidos y actos que la acaban dañando.
8. No hablar de las dificultades y problemas.
Algunas personas han sido educadas en la contención emocional, mostrándose siempre ‘estables’ en la vida y en las relaciones. No les gusta la comunicación y odian hablar de problemas y que otros les cuenten los suyos, lo consideran una debilidad o sencillamente no les gusta nada. ‘Aquí hay que estar bien’, ‘aquí no estamos para hablar de problemas’, ‘la vida ya es demasiado complicada como para andar con más problemas’, son algunas de las actitudes habituales en este sentido. Obviamente, con el tiempo esto acaba dando lugar a una inestabilidad en la pareja, porque, queramos o no, en la vida hay siempre problemas y lo mejor es abordarlos.
9. Si no me complace cuando le pido algo es que no me quiere.
Esta es una actitud narcisista habitual en algunas personas. Sienten la constante necesidad de ser el centro de atención, de que sus deseos sean prioritarios a los de los demás. Esto hace de la relación un infierno, que cualquier negativa por parte del otro se viva como falta de amor y de interés.
10. No buscar tiempo para estar juntos a solas, estar siempre con familiares y amigos.
Por alguna razón hay parejas que, o siempre han estado acompañadas de gente o evitan quedarse a solas. Temen o les aburre la intimidad con su pareja, lo que lleva a estar siempre con gente, con amigos, familia o compañeros. Apenas hacen planes solos, lo evitan, sienten que se aburren, que no tienen nada interesante que hacer o decirse cuando están solos.
11. Hacer responsable a la pareja de las malas experiencias vividas en otras relaciones anteriores.
Suele ser habitual que el impacto negativo de relaciones anteriores acabe recayendo en la nueva pareja, en forma de temores o susceptibilidades. Comentarios como ‘todos los hombres son iguales’ o ‘todas las mujeres son iguales’ son expresión de antiguas heridas que, unidas a determinados estereotipos sociales, no hacen más que a entorpecer la nueva relación.
12. Dejar que las opiniones de la familia y amigos condicionen la relación.
Hay parejas demasiado abiertas o permeables a la influencia de otras personas, como amigos, compañeros o familia. Estas relaciones suelen estar contaminadas de opiniones externas que no hacen más que entorpecer la relación creando más problemas. La pareja debe ser una unidad por encima de este tipo de influencias. Hay que evitar cualquier amistad o familiar que exige saber de primera mano lo que ocurre dentro de una relación.
13. Falta de empatía, de ponerse en la postura del otro.
Tenemos tendencia a sentir que nuestra forma de ver las cosas, nuestras necesidades y sentimientos son los únicos posibles, no entendiendo ni aceptando los de la pareja. Esto es falta de empatía, es decir, no saber ponerse en el lugar del otro, no comprender su mundo y forma de ver la vida. Realmente esto es el reflejo de una muy baja inteligencia emocional.
14. No saber poner límites.
Dentro de una relación son importantes los límites. Aunque se ha creado una unidad de convivencia esto no implica que la vida en pareja sea una ‘barra libre’ con derecho a pedir cualquier cosa a la otra parte o se tema, por el contrario, poner límites a determinados planteamientos o exigencias. Cada una de las partes sigue siendo una persona, con una vida interna y externa propia, con un pasado, con intereses y preferencias personales que hay que respetar. Esto implica la existencia de unos límites que son necesarios. Una relación de pareja no se basa en la dependencia y sumisión. Nadie está obligado a estar bien con lo que no quiere o con lo que no le gusta.
15. Anclarse al pasado, a los malos momentos.
Es frecuente en la discusiones aludir al pasado, a las cosas o errores que cometió uno u otro. Es como el cuento que nunca acaba, cada vez que hay una discusión se sacan trapos sucios contra el otro (‘aquello que me hiciste aquella vez’, ‘cuando te descubrí con aquella mentira’, etc.), aunque hayan pasado muchos años. El pasado o los malos momentos vividos deben dejarse atrás mirando al presente y situación actual. Lo ocurrido en otros momentos nunca debe convertirse en un referente constante para echarlo en cara en los malos momentos o cuando interesa dentro de una discusión.
16. Anclarse al pasado, a los buenos momentos.
Es frecuente que las parejas aludan que su relación ‘ya no es como al principio’, en donde vivían en una nube de amor y atenciones mutuas constantes, en donde el sexo era fogoso e increíble, en donde cada vez que ambos se encontraban sentían ‘mariposas en el estómago’, etc. La pareja está en constante evolución, tiene una serie de fases desde las que evoluciona. Realmente es imposible, e insano, que una pareja sienta lo mismo diez años después de haberse conocido. Afortunadamente la fase inicial de pasión enamoramiento intenso pasa, dando lugar a nuevas etapas igual o más apasionantes. Por lo tanto, si la pareja no es lo mismo que al principio, puede ser un buen buen síntoma.
16. Tener expectativas demasiado altas.
A veces creamos expectativas poco realistas de la pareja, demasiado altas, y cuando comenzamos nos damos cuenta de que no era lo que habíamos imaginado. Eso no quiere decir que el problema sea que nuestra pareja no es la adecuada, sino que en ocasiones somos nosotros los que hemos creado un ideal o expectativas demasiado altas e irreales.
17. Tener expectativas demasiado bajas.
Por el contrario, no hay que pensar que la vida en pareja debe evolucionar necesariamente hacia una vida monótona, insulsa y aburrida. Considerar como normal que la vida en pareja con el tiempo se convierta en rutinaria y sosa es un error y un mito que hay que desterrar. El otro día, una paciente dijo en consulta que su pareja, después de veinte años y de haber tenido ya hijos, ha entrado en una fase muy ‘madura y realista en donde la pasión, el sexo y todas esas cosas del principio, quedaron ya atrás, centrándonos ahora en las cosas importantes de la vida…’ Frecuentemente, debajo de estas actitudes encontramos a parejas afectivamente muertas, que no se atreven a encarar el fracaso de su relación.
18. En esta vida hay que aguantar.
Es cierto que en la pareja hay que tener capacidad de luchar, de salvar la pareja en los peores momentos. Sin embargo, la capacidad de aguantar es muy variable, y depende de cada persona. No es una norma fija que haya que aguantarlo todo. Nadie tiene por qué vivir en un infierno constante si cree que no puede con ello, simplemente por aquel viejo dicho de que ‘en la vida hay que aguantar’, ‘que Dios aprieta pero no ahoga’, etc. Por ejemplo, hay parejas que son capaces de sobrevivir a una infidelidad y seguir adelante, y otras a las que les es imposible. Ambas posturas son posibles, no hay normas fijas. Cada uno debe ver lo que puede y no puede aguantar.
19. Hablar delante de la pareja y frente a otros de los hijos como si fueran una propiedad personal.
Esto ocurre con alguna frecuencia, principalmente cuando uno de los miembros de la pareja tiene una relación de fuerte dependencia con los hijos, tienen con ellos una cierta ‘sensación de propiedad’. Queda muy feo decir delante de otras personas expresiones tales como ‘porque mis hijos…’ o ‘yo a mis hijos…, ‘lo primero son mis hijos..’ , estando el otro miembro de la pareja delante. Es un falta de educación y de respeto. Los hijos son de ambos, y como tal hay que expresarlo.
20. Las cosas de casa para las mujeres.
Aún en las parejas más modernas, existe todavía cierta tendencia a mantener estereotipos en cuanto a tareas y obligaciones domésticas que no se corresponden con los tiempos actuales. Suele ser frecuente (y a veces compartido por ambas partes) que las gestiones de la casa las lleve el hombre, y los hijos o labores domésticas la mujer. Realmente cada pareja puede hacer lo que quiera, es un acuerdo entre ellos. Lo importante es que esta división de tareas no responda a estereotipos influidos a veces por abuelos, familiares o amigos.
José de Sola
DE SALUD PSICÓLOGOS / Psicólogos en Madrid / Psicólogos en Málaga