Antes de hablar de la llamada adicción al amor es necesario analizar lo que es una adicción y ver sus correlatos con este comportamiento en las relaciones afectivas.
Sabemos que una adicción es un comportamiento resultado de un sistema de autorregulación, de compensación de estados disfóricos internos que se activa en determinadas circunstancias o contextos. Todas las adicciones, sean sustancias (alcohol, tabaco, drogas) o conductas (el juego, los teléfonos móviles, las compras, sexo, etc), responden al mismo patrón: tienen la capacidad de producir un refuerzo positivo lo suficientemente potente como para compensar o equilibrar un sistema que se desestabiliza por la disforia, la inquietud y la ansiedad en determinados momentos. El craving, ‘mono’ o dependencia que se observa en ausencia de la sustancia o del comportamiento se explicaría, por lo tanto, por el desequilibrio de dicho sistema compensatorio y de autorregulación. En estos casos aparece una conducta de búsqueda inquieta e incontrolada de la sustancia o de acciones como medio de recuperar la estabilidad.
Por lo tanto, una adicción no proporciona en sí misma felicidad y bienestar, sino que aporta experiencias de satisfacción sustitutivas sobre las que se apoya la estabilidad psicológica, evitando la disforia y desestabilización emocional. Es decir, con la adicción no se está bien, se evita estar mal.
Dependencia emocional y apego
Todo lo anterior implica que prácticamente cualquier sustancia, comportamiento o actividad capaz de controlar la inquietud, disforia o ansiedad en determinados contextos será candidata a convertirse en una adicción.
Todos necesitamos una cierta dependencia, un apego, hacia nuestros seres queridos, que nos proporcione una seguridad y estabilidad en nuestra vida. Sin embargo, nuestra seguridad actual proviene del sistema de apego en el que en su momento vivimos con nuestros cuidadores o figuras parentales. Si estuvimos dentro de un clima de seguridad afectiva en nuestra infancia, lo más probable es que nuestras relaciones actuales respondan a necesidades equilibradas y razonables. Sin embargo, cuando ha existido negligencia, abandono, falta de seguridad, de cercanía, crítica o una baja empatía se producirá una inseguridad e inestabilidad que se traducirá en dependencia emocional, tanto en la pareja como en otras relaciones afectivas. En estos casos no es tan importante la persona en sí misma como la necesidad de mantener una relación, de ser querido o querida, aunque sea nefasta y dañina. La relación de pareja dentro de esa gran dependencia, ayuda en estos casos, al equilibrio y compensación de un sistema afectivo desestabilizado desde la infancia, lo que explica el constante y desmedido miedo al abandono o a la pérdida.
Por lo tanto, si entendemos el amor como el deseo de bienestar y felicidad de los demás, en este caso, no estamos ante un comportamiento de amor sino de una auténtica necesidad de apego.
La adicción al amor
Ya en 1975 los investigadores Peel y Brodsky sugirieron que algunas formas de amor son en realidad formas de adicción que pueden ser potencialmente más destructivas y frecuentes que las drogas. De esta forma una historia de amor aparentemente idílica puede enmascarar un auténtico encapsulamiento personal y retirada del mundo, con tal de no perder el contacto con la persona amada.
Este hecho es importante, ya que multitud de estudios han demostrado que los mecanismos neurobiológicos cerebrales que se producen en las llamadas adicciones comportamentales o sin sustancias (compras, juego, sexo, comida, trabajo, deporte, etc), son literalmente los mismos que los observados con las drogas. Esto significaría que la adicción al amor, con la consiguiente dependencia emocional, sería otra forma de adicción comportamental, como lo demuestran diversas investigaciones.
Principales manifestaciones de la adicción al amor
Las principales manifestaciones de la adicción al amor son principalmente una necesidad obsesiva de tener una relación de pareja así como un auténtico ‘síndrome de abstinencia’, con angustia, inquietud y pensamientos obsesivos que no cesan hasta que no se logra recuperar a dicha pareja o se encuentra otra.
Específicamente se observa en estas personas:
- Enamoramientos rápidos, incluso de personas desconocidas (frecuentes ‘flechazos’ a primera vista).
- Desmedida necesidad de ser querido, necesitado o necesitada.
- Sentimientos de no poder vivir sin la otra persona.
- La tendencia a la idealización, de una vida idílica y eterna con el ser amado.
- Necesidad de tener pareja, sin importar quién, cuándo ni dónde.
- Miedo a la soledad.
- Inmersión total en la relación con abandono de amigos, familia y otras actividades por estar con la pareja.
- Necesidad de satisfacer a la otra persona en todo momento, olvidando las propias necesidades.
- Posesión y celos frecuentes.
Y cuando la relación se rompe:
- Pensamientos obsesivos e intentos insistentes por recuperar la relación.
- Angustia y gran desestabilización personal, pudiendo llegarse a una ideación suicida.
- Constantes llamadas de atención (enfermedades, sucesos, accidentes, amenazas de suicidio, etc).
- Aferrarse al pasado, al recuerdo con anhelo de relaciones anteriores, de rupturas que nunca se llegaron a superar.
Aunque este comportamiento sucede principalmente dentro de las relaciones de pareja, también se observa en otros tipos de relaciones afectivas (padres, hijos, amigos, etc) en donde se produzca un vínculo emocional del que se depende.
¿Cómo tratar la adicción al amor?
El tratamiento de la adicción al amor necesita de una psicoterapia individual que aborde la fuerte dependencia emocional existente en estos casos, reparando las carencias, falta de seguridad y vínculos inadecuados vividos, tanto en la infancia como en otros periodos de la vida, y que han determinado tanto el miedo a la pérdida y a la soledad, como la necesidad y urgencia de relaciones afectivas.
La gran ansiedad, disforia e inquietud que se produce cuando se pierde la relación, o cuando esta no existe, son los grandes focos de atención psicoterapéutica dado que nos dan acceso al origen de dichas carencias, con una angustia que se actualiza en el presente y que no es más que un reflejo proyectado de antiguos miedos o experiencias de abandono y soledad.
José de Sola
DE SALUD PSICÓLOGOS / Psicólogos en Madrid / Psicólogos en Málaga